El precio de ser principiante

Cuando empecé como correctora, mientras estaba en la universidad, cobraba un sueldo de practicante; por eso, años después, en 2006, al recibir la propuesta de una editorial para corregir de manera freelance sus obras, acepté a la primera. Me pagarían un sol por página. Recibí una copia diagramada de la novela Aves sin nido. Luego de ese trabajo me entregaron Las flores del mal; pensé que seguirían el mismo sistema. Craso error: al ser un libro de poesía, no contaron lo corregido por página, y casi me caigo para atrás cuando recibí mi cheque.

No fue hasta 2009 que volvieron a proponerme trabajar como externa. En esa ocasión me preguntaron: «¿Cuánto cobras por corregir cada página?». Acordamos un monto. Estuve conforme durante un tiempo. Entonces me ofrecieron redactar —no solo corregir— el contenido de la web de una nueva marca de ropa para mujeres. Como era una empresa grande, me emocioné. Al final, la remuneración total fue solo de 18 soles. Me pareció un abuso.

Luego de eso, una ONG me contactó. Se me preguntó si podría ayudar con un libro. Les dije mis honorarios y aceptaron. Corregí para la ONG en dos oportunidades. Esta experiencia me ayudó a fijar mis tarifas, las cuales he ido aumentando de acuerdo con la experiencia y preparación profesional que he adquirido a lo largo de los años. Es así que actualmente —sin ganar todavía como los expertos—, cuando alguien solicita mis servicios puedo decirle: «Mira, yo cobro “tanto”». Si me aceptan, bien. Si no, no.

Es diferente cuando una editorial te contrata para trabajar como freelance. En esos casos, es ella la que maneja sus tarifas, que varían según el tamaño de la empresa y el presupuesto con que cuenta. Un amigo me comentó que le ofrecieron dos soles por página y me consultó: «¿Está bien o me están viendo la cara?». Le recomendé que aceptara, le serviría como experiencia.

Una compañera de un curso, al enterarse que yo laboraba en una editorial de textos educativos, se acercó a preguntarme cuánto era el costo de redacción por página. Un editor me dijo que eso depende de la cantidad de texto y del tema. No me dio una cifra exacta y me dejó con las mismas dudas. Por eso, cuando la volví a ver solo atiné a decirle: «Creo que debes aceptar, ya que te servirá como experiencia». Y es que en todo este tiempo, he aprendido que la experiencia es un costo que debemos asumir en este tipo de trabajos.

 

Claudia Cáceres

Exalumna del Curso Integral en Edición de Publicaciones